domingo, septiembre 22, 2013

Carta de ajuste

Y después del cierre, la carta de ajuste, con ese pitido tan impersonal e insultante que nos decía siempre "acuéstate pequeña, que la tele no va a darte nada más por hoy, no más sueños sino los que tú produzcas por tu cuenta". 

Pues eso. Acabó el tiempo de la programación, llegó la despedida y el cierre... 

Todo un placer. 

Huellas...

Aquellos días que trasnochando apenas dormía, fue en los que despierta más soñé. Y si alguna noche ya dormida Tú me despertaste, fue para empezar a soñar antes.


Ahora ya no estás. Ahora sólo sueño dormida y cuando despierto, simplemente recuerdo… recuerdo que aquellos días Tú fuiste protagonista indiscutible de cada uno de mis sueños.

Aprendí mucho contigo, de ti y de mí. Escuché que para dejar huella hay que quedarse un poco en lo que se hace. Siento como si me hubieses regalado la parte más mágica de tu compañía y se hubiera quedado a vivir conmigo.


De nuevo todo quedará en eso, en un envidiable recuerdo. Me quedará siempre la dulce duda de qué hubiese sido. Quizá esta sea la mejor manera de eternizarlo.

lunes, marzo 12, 2007

Caminando...

A 11.000 metros de altura todo se ve insignificante... o mejor, igual de significante. ¡Roma o Marsella no se distinguen de Antequera!

Muchas horas a tanto del suelo. Miras hacia abajo y ves el mundo a tus pies... ¡tienes el mundo a tus pies! y con él millones de vidas que cumplen la rutina diaria de vivir. Que yo también la cumplo en ese momento, claro, pero qué perspectiva la mía...

Aterriza el avión, y con él toma tierra tu cuerpo, y con tu cuerpo tu mente, y todo vuelve a tener distinta altura. Vuelves a asumir la sensación de lo inalcanzable...

Pero también es cierto que sin tierra firme no hay impulso que valga.

jueves, noviembre 09, 2006

Mendigando por mi blog :)

Eran las tantas de la mañana del Sábado. Volvía a casa acompañada por un amigo, que no paisano. De frente y por la misma acera, acortaba distancia uno de esos "personajes" (con cariño) típicos de mi pueblo, conocida por todos los antequeranos, ayudada por muchos y burlada por otros tantos. Verla me dio seguridad ¡a pesar de sus pintas!

...ella es así -pienso- Se tambalea pero no se cae, te pide pero no te atosiga. Vaga sin rumbo fijo y nunca hace daño. Sé que también me reconoce... que yo también soy de aquí.

Sin embargo, mi amigo estaba loco por cruzar de acera. Aligeraba el paso, cortaba la conversación... la inseguridad que le daba esta presencia se hacía notar. Así que, mientras ella se acercaba, comencé a contarle las anécdotas que conocía, las que ayudaban a que su imagen me transmitiera confianza. Y pasamos junto a ella:

- Buenas Noches -dijo ella.
-Nosotros tardamos en reaccionar ante la poca costumbre, pero le respondimos de igual forma- Buenas noches...

Lo que no había hecho absolutamente ninguna de las personas que, con perfecta presencia, pasearon por nuestro lado anteriormente. Y me sentí orgullosa... como si fuera una parte más de mi tierra.

La inseguridad ante aquellos transeúntes o mendigos que no conocemos es inevitable. Personajes típicos de cada pueblo o ciudad que disponen de un curriculum inestimable de hazañas que sólo comparten los que conviven con ellos, pero su aspecto no puede más que transmitir desconfianza hacia los que, por vez primera, se los cruzan. Curiosa y entrañable sensación.

lunes, septiembre 04, 2006

Siempre conmigo y nunca de mi

Me gusta lo desapercibido. Siempre le he prestado más atención a las personas tímidas que a las que se dedican a llamarla… pero nunca se me ocurriría alterar su espacio hasta que, al menos, una mirada me invite a ello.

Cuando chica era introvertida hasta extremos inconcebibles para lo que soy hoy en día. Si había alguien a mi alrededor con quien no tuviera suficiente confianza, y esa sólo se la otorgaba a mi familia, mi boca se cerraba herméticamente.

No era agradable, ni si quiera sentía que dependiera de mí… mi timidez era superior a la voluntad de demostrarle a los amigos de mis padres que “no me había comido la lengua el gato”. Y sus incitaciones por querer escuchar mi voz terminaban provocando el retorcimiento de las cuerdas vocales en mi garganta. Recuerdo que me cohibían tanto que conseguían hacerme llorar de coraje y odio por el dichoso entretenimiento.

Terminaba por irme a otras habitaciones a hablar sola para comprobar que no me había quedado muda de forma psicosomática. Para colmo, siempre estuve convencida de que cualquiera de mis niñerías hubieran sido más interesantes que aquellas vacías conversaciones de mayores. Me conformaba pensando que aquella voz que no gastaba la estaba ahorrando, porque mi abuelilla ya no hablaba… lástima que ella no hubiera sabido dosificarla. Así que ese malestar tenía su provecho.

Ahora peco de hablar tanto. Conozco los límites de la timidez y nunca violentaría a una persona introvertida. El mundo camina del revés, ahora que es cuando menos tendría que hablar no hay quien me calle; pero hay cosas que nunca cambian: si me cruzo con ellos, como hoy, sigo ahorrando la voz, pero por voluntad propia... dosificándola no sea que se me acabe, qué leches...

domingo, septiembre 03, 2006

Muy buenas

Nunca pensé en hacer un descanso y dejar de escribir. El cambio de aires, el hecho de que se me complicara acceder tan fácilmente a internet y este calor, que agota indiscriminadamente cuerpo y mente, hizo que lo dejara bastante anclado.

El caso es que, como todo, cuanto más lo dejas más cuesta. Y en este tiempo me planteaba si realmente me merecía la pena seguir escribiendo... entraba en otros blogs y los devoraba. Me impresiona la capacidad de redacción de muchos autores que me leéis y de otros tantos que no, y me planteé que entre mis cualidades, definitivamente, no está la escritura. Pero pssss... una vez hallada esta conclusión, la asimilo y sigo escribiendo. Me libera, me gusta y me gustáis.

Así que con esta entrada me quito a mi misma la expectación de retomarlo, elevo anclas y prosigo este viaje.

Pues hale, dulce travesía :)

miércoles, junio 21, 2006

Cuéntame...

... le digo siempre que la veo. Tiene 84 años y, aunque es mi "abuelilla", sólo me une a Ella el afecto y el cariño de cuidarnos (a mis hermanos y a mi) en los primeros años de vida. Ella fue nuestra primera palabra, nuestros primeros pasos y nuestras primeras papillas... cuenta más historias y anécdotas de nuestra infancia que mis propios padres.

Es comunista y presume de ello. Siempre añade la frase que da título a todas sus historias: "Yo no nací comunista, a mí me hicieron". Hace 70 años, unos vecinos convencieron a su padre de que votara al partido republicano, lo cual fue suficiente para que en un almuerzo le mataran de un tiro a bocajarro en presencia de su esposa y de Ella. Su hermano fue fusilado en un campo de concentración por el mismo motivo. Me gusta pelearle y decirle que los rojos eran tan malos como los azules, para provocarle que defienda con más argumentos su postura y así escucharla más rato. Es un auténtico placer, comparable a pocos, escuchar a una persona mayor contar sus experiencias... pero es que Ella es sentimiento en cada palabra.

Todo su entorno la delata: Su llamador es rojo, suele llevar un pañuelo de Picasso atado al cuello y siempre camina por su izquierda. Días antes de las votaciones electorales me suele invitar a comer. Al lado de mi plato siempre hay un sobre preparado para que yo lo meta tal cual en la urna y, con tal de que se quede tranquila, siempre lo guardo. Una vez iba por la acera y llovía, así que el choque entre paraguas con los que venían de frente era inevitable. Entre tanto alboroto, pasó un hombre con prisas... y vino a encontrarse con Ella:

- ¡¡¡Apártese Señora!!! ¿No ve que voy por la derecha? - mi abuelilla frenó en seco; en alto y de forma contundente respondió - ¡¡Siga usted por su Derecha!! ¡A ver quien tiene cojones de quitarme a mi la Izquierda!

Es una señora de los pies a la cabeza. Conoce los buenos modales mejor que nadie, pero no le toques el tema de política... es el único momento en el que suelta cada taco que madre mía. Cuando viene a comer a mi casa, mis hermanos y yo le hablamos de Franco o buscamos a Rajoy (antes Aznar) en los telediarios para escuchar su:

- Si yo no tengo nada en contra de ese pobre hombre, ¡sino en contra de la puñeterísima madre que lo parió!

Es Única. Independientemente de su inclinación política, su fuerte personalidad me tiene "prendá". No es mi pretensión, ni mucho menos, desprestigiar a quien piense distinto. Traerla a mi espacio es sólo una forma más de quererla.

viernes, mayo 26, 2006

Un día fatídico

Mañana: Me despierto tarde porque anoche desvelada no pude descansar bien. Me levanté con dolor de garganta y de cabeza. Tenía que recoger un paquete certificado para mi hermana en el centro de Málaga. Monto en el bus urbano y le pido al conductor que me avise al llegar a correos... se equivoca y me deja a tres cuartos de hora de la oficina. Cuando llego me informan de que se ha abierto una nueva en mi zona, por lo que mi paquete ha sido trasladado a mi barrio. Respiro hondo y monto de nuevo en el bus.

Medio día: Llego a mi piso cansada. Me miro la garganta al espejo y me preocupo. Llamo por télefono a mi casa de Antequera y mi hermana me aconseja que me lleven al hospital. Siento mareos, nauseas y estoy débil... así que me obliga a que no me duche, pues si además me caigo en la tina la liamos. Pienso que me da tiempo y me ducho. Suena el télefono, salgo corriendo de la ducha y resbalo de costado en el pasillo. Choco contra el pilar y me hago una herida. Me veo la sangre y me mareo... el teléfono sonando. Me tiendo en la cama de matrimonio para que se me pase el mareo... el teléfono sonando. Decido cogerlo para que no se preocupen y en el trayecto de la cama al salón pierdo el conocimiento cayendo redonda al suelo, dándome en la barbilla, en la mano, en la pierna... no recuerdo nada.

Tarde: Tras una hora entre risas y lágrimas mi padre me lleva al hospital. No hay aparcamiento, así que en el kilómetro andando hasta la clínica se me llena el pantalón de sangre. Es en la sala de espera donde me veo el pantalón manchado y vuelvo a sentirme mal. Pierdo el conocimiento. Me despierto en la UCI. Me preguntan las enfermeras cuál es mi problema: "miedo a la sangre" les dije... me regañaron y se rieron.

Durante el día me regañaron mi hermana, mi madre, mi padre, mi hermano, las enfermeras, el médico, mis amigas... Me diagnosticaron faringe roja con placas, glucemia baja, contusión a nivel de cara anterior de la pierna izquierda y pérdida de conocimiento.

Y todavía me queda la noche... mejor me rindo y me acuesto.